Thursday, October 04, 2007


Se aseguró de que en el cenicero que se apoyaba en la mesa no quedaban cenizas aún por arder y apagó la luz, convencida de que ya poco podía memorizar de aquellos montones de libros y apuntes. Salió descalza a la terraza y noto el frío en sus pies. Por un momento se arrepintió de no haber cogido las zapatillas, pero no quiso dar la vuelta. Apoyó sus codos en la barandilla del balcón y observó por unos minutos el perfil de la ciudad, y el amanecer cosiendo los primeros colores.

Rebuscó en el bolsillo de la bata y sacó de nuevo el paquete de tabaco. Su vida era eso. Un manojo de nicotina, humo y tos. Los días escribían cigarrillos en su diario. Se encendió uno. El placer en ese instante era indiscutible, pero la necesidad de encenderse otro cuando el anterior por fin se consumía era insoportable.

Y así era ella. Pasaba su vida como si se tratara un juego, todos jugaban mal las cartas, y la partida había finalizado cuando el día acabase. Ella ganaba, perdía o quedaba en tablas. Ni siquiera ella misma lo sabía. Todo era efímero, como el cigarrillo que sostenía entre sus dedos. Nunca encontraba lo que se queda a tu lado para siempre... Nunca conseguía mantener algo eterno... Nunca.

Tras una nueva calada empezaron a volar con la brisa miles de nombres y rostros, miles de palabras y frases. Muchas olvidadas, otras desconocidas -al menos para ella en ese momento-, algunas recientes y otras tan lejanas... Nada era para siempre. Ni un amigo le fue fiel durante toda su vida, ni uno. Ni un amor duró para siempre. Ni la familia le acompañó durante todos sus días, hasta el final.

Ni los celos que sentía cuando se veía fuera de lugar, ni la envidia cuando quería poseer y no podía... Ni la belleza, ni la suerte, ni el dinero. En su momento todo fue precioso, placentero, lujurioso y lujoso. Conseguía que aquella aventura satisfaciera sus deseos más clandestinos. O que aquella mano le sacara de lo más difícil. Pero ya se acabó todo... Y ya no conservaba nada. Ni tan siquiera la memoria. Ni siquiera a ella misma.

Incluso ella se había traicionado a ella misma.

Entró a la casa, esta vez sin terminar ni apagar siquiera el cigarro, y miró el espejo. Odiaba esa imagen. La odiaba con toda su alma. Ese reflejo horrible, ese rostro sin sentido ni sentimiento, y ese cuerpo marcado por los años. Esa mujer SOLA.

2 Comments:

Blogger Soñadora said...

Es muy triste pensar, que tienes el riesgo de llegar a convertirte en eso...lo mejor es pensar que no se va a hacer nada que haga daños que permanezcan durante toda la vida marcados.

besos tonti miaaaaaa

12:54 PM  
Blogger mtg said...

Me pareció increible la primera vez que lo leí y me lo sigue pareciendo :)

un besazo!

6:08 AM  

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