Me da miedo...

Un día normal, cualquiera, como todos los demás que van de la mano de la rutina. Diecinueve de mayo de este año. Dime tú qué de especial tiene este día para nosotros. Ni un aniversario, ni algo significativo, ni nada… O quizás sí?

Mucha gente. No personas, sino gente. Rostros, bostezos, sonrisas, historias, vidas. O vidas desvividas… Otras mil cosas por hacer, otros mil planes deshechos y tu reloj acelerando el pulso de tus pasos.

Y de repente esa vuelta en el estómago. Te hundes más allá de lo imaginable y sin previo aviso. Injusto, esto no debe de ser justo. Por qué sucede? Quién lo sabe.

Lo juro, lo juro por lo que quieras. Pero lo sentí. Lo sentí, lo odié. El peor día de mi vida encerrada en ese infierno. Mis piernas sin saber dónde ir, mis manos decidían el sitio donde esconderse para ocultar su nerviosismo, mis dedos jugando en el bolsillo del pantalón para evitar el morderme las uñas, mi mirada buscando en el suelo las palabras con las que hablarte…

Es la situación en la que te muerdes el labio inferior, tragas saliva e intentas alejarte de lo que te persigue atrás, acercándote a todo lo que sabes que no quieres perder en tu vida…

Muchos ni lo han vivido. Afortunados? Seguramente.

Pero quien algo quiere, algo le cuesta. Y ahí aparecí sin avisar ni a mis amigos, ni a mis confidentes, ni a mis consejos, mi propia razón de lo que no sé muy bien el qué me enseñaba a actuar ese día, queriendo por encima de cualquier cosa una sonrisa tuya dándome la última oportunidad.

Por qué ayer? Por qué justo ayer quise arrancar ese recuerdo? Por qué quise olvidarlo o encerrarlo? Y por qué sigue aún hoy encharcando cada uno de mis minutos?

Ya no me atrevo a asegurarte que recuerdo cada día de nuestra historia. No me atrevo… Tengo miedo. Mucho, muchísimo miedo. Ya no sé calcular. Días, semanas, meses? Por favor, que alguien me diga cuánto tiempo ha estado lloviendo en la plaza. Años? Cielos…

Sí, años. He olvidado el contar el tiempo desde el día que perdí la oportunidad de perderme en él contigo. Perdernos juntos era…

Está bien. Ya ha sido suficiente por hoy. Abre la puerta, atraviesa el umbral y despídete, ya has llegado a casa.

Sientes el suelo frío de tu habitación bajo tus pies, alcanzas la cama y en ese mismo instante, en tus ojos cerrados aparece de nuevo otra imagen rescatada de Dios sabe dónde… En la parada de tu autobús, una sonrisa, un te quiero que susurrabas entre los murmullos de la gente. Repito, gente. Daban igual los demás. Cuando estábamos juntos, el resto no importaba. EL RESTO NO IMPORTABA…

Descolocaste mi vida por completo. No quiero descolocarla aún más. Quiero olvidarte de una vez por todas. Evitar acordarme de ti al escuchar cualquier historia de amor, cualquier sinónimo a esa palabra que ya da miedo pronunciar. Quiero dejar de pensarte, quiero dejar de recordarte…

Traga el nudo que juega en tu garganta y las ganas de llorar que con él lanza los dados, y como nunca lo has hecho en tu vida… Grita.

Llora.....